Esa, dijo, y aquella de allí; aquella que es la ternera de una vaca que mi padre llamaba la valiente, esa otra que viene desde lejos, por aquel lado, y es muy fuerte; la de allí, la que tenía un padre con un solo cuerno. El ganado se fue juntando, mugiendo, observándola con sus grandes ojos marrones, moviendo la cabeza para alejar a las moscas; hacía calor esa tarde y hasta los árboles parecían marchitos; había polvo, levantando por el ganado al moverse; se oía el sonido de los cencerros atados alrededor del cuello de algunas cabezas del rebaño. Eran las que hacían música para las demás, como decía su padre.
aranhur
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