"Por un momento, Isabel se quedó de pie delante de la ventana abierta, sintiendo el recorrer del aire en sus brazos desnudos. ¿Quién era el que se colocaba de pie desnudo delante de la ventana abierta, incluso en invierno, y tomaba lo que él llamaba “un baño de aire”? Tuvo que rastrear en su memoria unos buenos minutos antes que la respuesta llegara: Lord Monboddo, el filósofo y juez del siglo XVIII, él que, a su curiosa manera, había predicho a Darwin, pero fue ridiculizado por su insistencia en que los hombres una vez tuvieron cola.
Le gustaba la idea de un baño de aire; le gustaban la brisa y los vientos, los encontraba muy interesantes. “Los vientos cuando soplan deben de venir de alguna parte…”. Le vino a la cabeza el evocador verso de Auden. Si claro, los vientos vienen de alguna parte, pero ese no era el sentido de la observación; el sentido estaba en que había misterios que no podíamos resolver, respuestas que no podíamos dar.”
El viento, el aire tiene una cualidad tan inaprensible como su naturaleza, que permite que el vuelo de la imaginación encuentre otros caminos, otros aires.
“Donde da la vuelta el aire”
“Quizás el viento nos lleve al infinito”
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Un baño de aire, a veces entremezclado de gotitas, que hermoso recuerdo. Que deliciosa perspectiva.
Boreas, amigo, no te apetece pasarte a robar algo
Y ese clásico de nuestros días "cuaderno de vientos"